4 hábitos para mejorar tu equilibrio emocional
El bienestar integral supone trabajar y sentir un equilibrio en las diferentes áreas o aspectos de nuestras vidas: cuerpo, mente, espíritu/alma; las que además se derivan en otras como relaciones sociales, vida profesional, de pareja, familiar, etc. Este concepto nos invita a buscar y desarrollar condiciones que nos permitan, primero, suplir nuestras necesidades básicas de manera saludable para así poder desarrollar nuestros recursos, deseos y aspiraciones.
¿Dónde, cómo o porqué entran aquí las emociones? Bueno, es que las emociones son una parte fundamental de nuestra vida cotidiana; son un termómetro y una fuente de información. Ellas nos dicen qué nos pasa con lo que pasa; si siento miedo en alguna situación quizás me está diciendo que hay algo que quiero cuidar (como mi propia vida, por ejemplo), si siento alegría probablemente es por algo que disfruto y quisiera conservar, y así con las distintas emociones que sentimos a lo largo del día. Tomando esto podemos mirar que el equilibrio emocional de alguna manera supone que haya coherencia entre lo que estoy viviendo y sintiendo. ¿Por qué hablamos de coherencia? Porque muchas veces lo que podemos encontrar es un desequilibrio emocional, que lo entendemos como sentir las cosas quizás de manera muy intensa –más de lo que la situación supone- o incluso sentir cosas que no necesariamente tienen relación con lo que está pasando –como sentir tristeza en un momento de disfrute, por ejemplo. Situaciones como las anteriores nos mandan información confusa sobre lo que está pasando y, por lo tanto, es probable que tengamos la tendencia a reaccionar o afrontar las situaciones de manera poco efectiva o hasta equivocada.
Lograr trabajar en nuestro equilibrio emocional no supone “haber logrado algo” como si hubiera una meta específica, sino que supone un trabajo constante, así como la vida constantemente nos va a enfrentar a momentos complejos. No hay una meta, pero más bien hay una base que podemos construir para estar “mejor parados” o “estables” y así afrontar las situaciones que nos mueven. ¿Cómo? Por un lado, tratando de conectarnos con nosotros mismos, dándole espacio a las emociones que aparecen durante el día y tomarlas como enseñanzas o mensajes de los cuales podemos aprender mucho. Permitir incluso que las emociones desagradables estén ahí un rato para poder captar su mensaje y trabajar con ellas. Luego de ello, también dejamos algunas ideas que te puedan ayudar:
1. Cuerpo sano, mente sana: parte del bienestar integral implica cuidar nuestro cuerpo y mente para encontrar un equilibrio y balance. Si quieres conocer con más profundidad cómo nuestro estado físico/alimentación influye en nuestras emociones la mente, puedes leer The Mind-Gut Connection de Emeran Mayer.
2. Tómate un tiempo para reflexionar: darse un tiempo para uno mismo; parar, poner pausa al “hacer” y poder pensar “¿qué me pasa con lo que pasa?”, es como tomar perspectiva, dar un paso para atrás y poder observar mis actos, sentimientos, deseos, etc. Si sientes que necesitas apoyo para poder mirar las cosas desde fuera, no dudes en contactarnos.
3. Respira: la respiración es clave para mantener nuestra mente y emociones equilibradas, así como nuestro cuerpo relajado. Es una vía directa al aquí y ahora; estar conectados con la respiración nos ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, y a mejorar nuestras relaciones personales así como capacidades de atención, concentración y memoria. Para practicar esto te recomendamos aprender alguna técnica de meditación (mindfulness, vipassana, entre otras) o ir directamente a hacer ejercicios de respiración (puedes buscar los métodos de Wim Hof).
4. Identifica y conserva las relaciones sanas: somos seres sociales y nuestros vínculos son esenciales para el bienestar, la salud y el equilibrio. Está comprobada también la relación de los vínculos positivos y cercanos con la longevidad, por ejemplo. Procura dar tiempo a cultivar y mantener las relaciones significativas en tu vida.